No aceptemos morir calladamente
Si yendo por las sendas de alegría
Podemos por horas de los días
Subir hasta la luz gallardamente.
No dejemos que el surco de los crueles
Ponga sitio a este sol que nos dirige.
La historia no entristece ni se aflige
Si la reverdecemos de laureles.
Higinio Báez Ureña
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