Nuestro Puerto Rico del Alma

Una vida no es fuerte sino cuando se ha consagrado a conquistar su ideal por sencillo que sea. Eugenio María de Hostos.

jueves, 29 de abril de 2010

Un Dia Inusual

El día de hoy fue de lo más curioso e inusual. Tenía una cita rutinaria con el doctor. La secretaria estaba más amena y alegre de lo normal. La enfermera, que es una persona seria, me pasa al consultorio. Lo primero es pesarse. Así que decidí sacar toda la parafernalia que los hombres cargamos en el bolsillo: las llaves, el celular, la cartera, la agenda electrónica, la pluma fuente, entre otros. Así, peso menos. La enfermera me dice: “si, es bueno sacar todo eso del bolsillo para pesar menos.”

Gloria a Dios! Había pesado menos que hace tres meses atrás. La enfermera se puso súper feliz y alegre y me dijo: “give me five.”



Cuando vi que me puso la mano para que le diera “los cinco” pensé en mi mente: “¿qué le picó a la enfermera?” Por supuesto, le di “los cinco.” Luego, paso de nuevo al consultorio. El doctor entra y me pregunta que como estoy y que como esta la vida. Yo le contesto: “yo estoy bien y la vida también.” El doctor se me queda mirando, se aparto de la computadora y llego hasta mi con una gran sonrisa y me tendió la mano.



Ahí me baje yo del avión, por poco me da un infarto, pues este doctor es el que se gana el concurso de “simpatía”, doctor “congenialidad”, entre todos los doctores (ummm...). Cuando terminó el examen médico, me acompañó hasta la sala de entrada, mientras terminaba de explicarme los asuntos. Es la primera vez que hace eso.

Luego, voy al supermercado. En uno de los pasillos hay una señora mayor que me ve mirando y leyendo las etiquetas y comparando productos. Ella me dice: “¿verdad que los alimentos están caros?” “Si, están carísimos,” le respondo yo. Sigue ella: “pero hay que comer porque de lo contrario se muere uno.” Y continuó hablándome de su familia y otras cosas más. Luego me dio las buenas noches y múltiples bendiciones. Por poco me da otro infarto.

Para pagar, rompí la norma. En vez de pasar por las cajas de autoservicio, decidí pasar por una cajera. Nunca me gusta pasar por una cajera por lo “tan simpáticas, amables y educadas” (si pepe!) que suelen ser. Bueno, lo hice. Que sorpresa! La cajera me saludó y me preguntó como estaba. Se me cayó la piña que tenía en la mano y me le quedé mirando atónito, pero por supuesto le contesté su amabilidad. Me preguntó el precio de un artículo, se lo dije, y no me lo cuestionó, me dio las gracias! Empacó bien la compra, lo digo de nuevo, la empacó bien, y me dio las buenas noches.

Salí, me monte en el carro, y cuando salía del estacionamiento veo un carro con dos “Hillbilly.” El pasajero se me quedó mirando, me dio una sonrisa, y me hizo el gesto de “peace and love”.



Quedé patidifuso! Por poco regreso al supermercado a jugar la lotería. Y todo esto ocurrió en un lapso de dos horas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tuve problemas dejando mi comentario anterior. A lo mejor se repita dos veces.

Hoy estaba bueno el dia para jugar la Lotto. Las ultimas dos veces que he visitado la isla he tenido problemas por la falta de cortesia de los empleados.

En estos dias pensaba escribir sobre algo que me paso el mismo dia en San Patricio Plaza, el correo de la Roosevelt y la oficina del seguro social. Saludos.