Nuestro Puerto Rico del Alma

Una vida no es fuerte sino cuando se ha consagrado a conquistar su ideal por sencillo que sea. Eugenio María de Hostos.

miércoles, 24 de junio de 2009

El Abogadismo



El Abogadismo

Hace ya cosa de dos semanas que mi pluma indocta y majadera, metida en unos cuantos enfados berenjenales judiciales, no garrapatea nada para esta plana de El Día. Y como no hay nada en este mundo más terrible que el moho- que no solo echa a perder las plumas sino las almas- Allah van estas líneas para sacudir la herrumbre.

Y, puesto a buscar temas de conversación o palique con el sufrido lector, la cosa de mas bulto, la mas gorda que atrae mis irresistibles ojos, la cosa de mas bulto, la mas gorda que trae mis irresistible ojos en el campo de nuestras actualidades, es la lista, que publica no recuerdo que periódico, de aspirantes a ir a la cárcel o a morirse de hambre ejerciendo la infausta carrera de abogado.

Son miles, son innumerables como arenas del desierto los tales aspirantes surgen como enjambres, como docenas de zumbadores enjambres, de todos partes: de Manatí, de Utuado, de Humacao, de Caguas, de Aibonito, de Hormigueros, de Cerro Gordo, etcétera, etcétera.

No hay pueblo, ni barrio, ni monte ni llano de Puerto Rico que no registre un caso, o dos, o cien, o mil, de esta terrible plaga de abogadismo o abogaditis que padecemos.

¿A quien vamos a defender, Dios mío, cuando no haya clientes, cuando todo el mundo se haya hecho abogado? Creo que no vamos a tener mas remedio que devorarnos los unos a los otros, si antes, por caridad y por precaución, no nos echan bola como a los perros.

Y no se vea en esto que voy escribiendo el menor asomo de prejuicio o mala voluntad contra los llamados abogados practicos. Para mí en las profesiones, como a todos los demás, lo único que hay que considerar es el hombre.

Tan burro se puede ser ejerciendo una profesión mediante un arrogante titulo universitario, como mediante una modesta licenciadle Supremo. La cuestión es la competencia, y esta ya se sabe que no depende de los libros, ni de la escuela, ni de los maestros, sino de la vocación y capacidad del que estudia.

Lo alarmante no es, pues, como se ha querido hacer creer hasta ahora, que sea más o menos fácil proveerse de un titulo y que sea más o menos probable la falta de conocimientos en algunos que ejercen la ingrata carrera. Lo alarmante es la abundancia, la pavorosa abundancia de los oficios.

Aunque todos fuéramos más sabios que Lepe, siempre constituiríamos un peligro para nosotros mismos y para los demás, abundando tanto como abundamos. ¿Qué se proponen esas legiones de jóvenes que se presentan diariamente a examen? ¿Tienen madera de mártires y buscan como medio de expiación el ayuno?
Pero si son mártires y quieren ayudar ¿para que necesita una licencia o un titulo? Cada vez me lo pregunto mas y lo entiendo menos.

Habiendo como ya hay en cada manzana de cada calle de cada pueblo un grupo de abogados, y creciendo como crece el numero de estos nuevos héroes cada día, lo lógico seria que los de fuera se santiguaran de espanto, y que los que estamos dentro, por que así le plugo a la cochina suerte, empezáramos a sentir hasta cierta vergüenza de ser abogado. Prep. Como en este estrafalario mundo la lógica es lo que menos priva, lejos de santiguarse nadie, todo el mundo parece aquejando de tal fiebre de abogadismo, que pronto va a ser tan difícil dar por ahí con un profano, que cada vez que ocurra este caso estupendo las gentes sentirán el mismo asombro que sentimos hoy presenciando los vuelos de un aeroplano.

Si esta pasmosa y nunca vista abundancia fuese de pintores o de poetas o de músicos o de filósofos o de sabios, menos mal, que estos al fin y al cabo algo traen, algo añaden de bondad y de belleza a la vida. Pero ¡Dios mío!, son abogados, nada mas que abogados, abogados notarios, hombres de códigos, maquinas de reglamentación, instrumentos de poda que de un apacible y delicioso valle hacen un predio rustico y de una tortuosa y romántica vereda que serpentea hasta perderse en el misterio de un bosque…!horror!... ¡una servidumbre de peso!

¡Señor mío Jesucristo! Si en esta tierra sin ventura hemos de tener todos un mismo oficio, haz que todos nos volvamos poetas, músicos, filósofos; haz que nos volvamos locos nos lleve el demonio.

Pero, ¡de rodillas te pido, Dios mío, que no nos dejes volveremos abogados!

El Día, 22 de diciembre de 1911
Nemesio R. Canales

No hay comentarios: