Me enteré por una llamada de su partida. Cuanto lo sentí, y mucho mas el no poder estar presente en ese momento.
Siempre estoy y estaré agradecido por todo lo que usted y los suyos hicieron por mí hace 20 años atrás. Me acuerdo de cómo me recibieron en su hogar en ese momento de dolor y angustia, de cómo trataron de lavar mis heridas, de cómo se me dio alimento, de como fue mi buena samaritana, en ese momento de vida que me había derrumbado totalmente por causas ajenas a mi voluntad.
Salí de las mazmorras, de esas tumbas frías, de esas calles de la ciudad maldita.
Si, hoy estoy de pie, en victoria y eso es gracias a usted y a esos ángeles que me rescataron de la muerte. Gracias por su buen corazón.
Tenía sed, y me dio de beber; tenía hambre, y me dio de comer; tenía frío, y me dio abrigo; tenía miedo, y me dio seguridad; necesitaba una mano, y me dio sus dos manos. Todo por amor, amor hacia el ser humano, me trato como a su hijo.
Gracias Mariana. Que Dios la bendiga y la acompañe.
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