¿Y quién dice que los vegetarianos no cómenos bien y sabroso?
En la mañana del sábado, julio 5, 2008 me levanté temprano como de costumbre. Salí al mercado a buscar vegetales frescos para el almuerzo de ese día. Al llegar al mercado ya tenía una lista de productos que necesitaba, pero como siempre ocurre, hay que hacer ajustes en el menú, ya que no siempre se encuentra lo que uno necesita. El mercado es pequeño. Es donde los pequeños agricultores llevan los productos orgánicos de las cosechas tales como albahaca fresca, lechugas de todo tipo, cebollines, pepinillos, vegetales de hojas verdes, zanahorias frescas, tomates, hierbas, panes recién horneados, calabazas de todo tipo, vegetales de toda la gama de colores de la paleta de un pintor, y frutas de temporada, entre otros. En fin, es un lugar para mí de ensueño donde el olor a vegetales y el contacto con personas de todo tipo, jóvenes, adultos, niños, familias enteras, ancianos y personas de diferentes colores, razas, orígenes socio económico, son lo mismo pues andan en búsqueda de alimentos frescos y sanos para alimentar su ser.
Llegué al hogar con la bolsa de algodón, llena de lechugas, tomates, cebollines, ajos, zanahorias, manzanas, y papas. Al llegar, los chicos, que esta vez no fueron conmigo, me esperaron y buscaron en la bolsa a ver el gran tesoro que papa traía con él, ya que ellos saben el valor de los alimentos de calidad, el valor de la madre tierra. Ellos se quedaron en la casa con mamá para confeccionar un rico y suculento bizcocho de guineos y nueces, una delicia que fue confeccionada libre de azúcar, de producto animal, y libre de gluten (proteína del trigo). Además de esos ingredientes, hubo uno bien especial que no puede faltar en nuestra cocina: el amor de mamá, quien confecciona esas maravillas de postres con gran empeño y devoción.
Así que al llegar me puse el delantal, se amolaron los cuchillos, se buscaron los picadores, prendí el ipod para escuchar a Scott Hamilton en Ballad Essentials, y así entre las notas de un buen jazz comencé la elaboración de los alimentos que la familia disfrutaría en el almuerzo familiar del sábado. Picando cebollas, por aquí, ajo mas allá, pasitos de jazz, el cocinero familiar disfrutó en su entorno las maravillas culinarias. Tarareando la música, mi hijo, el más pequeño, cantando y siguiendo las notas de Hamilton, también me ayudó en la confección de los alimentos. Que almuerzo!...ensalada con lechuga fresca, con tomates de varios colores, pimientos rojos asados, aceitunas griegas, aromatizada con albahaca súper fresca, mi hierba preferida, y tomates secos al sol, que delicadeza!; papas al horno con romero y una infusión de aminoácido; hamburguesa de soya para unos, y setas Portobelo marinadas para otros. Además de preparar una variedad de diferentes clases de cebollas para ser degustadas caramelizadas, que son la fascinación de la doña, entre otras cosas, se acompañó esa comida con un rico vino tinto de la Reserva de Santa Carolina de Chile, de una de las uvas favoritas de la doña, la Carmenare. Y para finalizar el rico y suculento almuerzo, nos disfrutamos una tajadita de bizcocho de guineo con nueces, acompañado con un té de china. Y para finalizar la jornada, me saboreé un poquito nada más de “Ice Harvest Cider”, de ese si que no puedo abusar ya que contiene azúcar y la azúcar y yo somos enemigos. Y así entre risas, chistes, conversaciones, muestras de amor y cariño, acompañados de Yoyo Ma al fondo, disfrutaba de mi mayor herencia que es mi bella familia, en un día especial para nosotros. ¿Y quién dice que los vegetarianos no cómenos bien? ¿Sí, como no?
Muchas felicidades amor en tu aniversario de vida, cada año que pasa eres más bella, te amo cada vez más, por que eres mi compañera de vida.
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